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El sábado pasado, mientras todos disfrutaban del concierto de Los Fabulosos Cadillacs, las bandas peruanas que iban a participar en esta jornada musical la pasaban mal. Entre ellas estaban La Sarita, La Mente, Los Chapillacs, Los Mostos Verdes, Miki Gonzalez y Coba Sound System.
Foto: Músicos peruanos en la prueba de sonido para el concierto con Cadillacs / Por Camilo Riveros
Hasta ese mismo día no hubo manera de que alguien, ni los mismos músicos, se pudiese enterar que dos de las bandas peruanas convocadas para tocar junto a los Cadillacs, Los Chapillacs y Los Mostos Verdes, habían sido retiradas del cartel sin previo aviso.
Nicolás Duarte, voz de La Mente, fue quien hizo público este hecho a través del Facebook del grupo. Fue por ahí que nos enteramos y nos contactamos con él para que nos cuente qué fue lo que pasó, y nos dijo: “Según lo que escuchamos por ahí, la lluvia inesperada de la noche anterior generó charcos de agua en todo el escenario, incluyendo los techos de lona, por lo que se hizo imposible probar sonido hasta que fueran desaguados y secados estos espacios. Por la cantidad de voltaje usada, es cierto que es muy peligroso probar y conectar los equipos cuando hay agua acumulada en los alrededores. Esto que te cuento lo supimos por parte de los técnicos que entraban al backstage a recoger las cosas para armar el escenario. En ningún momento alguien de la producción se acercó a explicarnos nada. Simplemente nos fuimos enterando mientras nos llamaban al escenario y al mismo tiempo los músicos de las otras bandas nos comentaban lo que estaba ocurriendo”.
Para quienes acostumbramos a ir a conciertos nacionales e internacionales, sabemos que esta vez les ha tocado a Los Chapillacs (Arequipa) y a Los Mostos Verdes, pero que esta es una situación repetitiva por la que han pasado varias bandas peruanas como si se tratase de una característica típica de la escena. Sin embargo, a pesar de lo cotidiano del asunto, seguimos preguntándonos qué pasa con nuestros músicos que no se les respeta, qué pasa que no existe una escena descentralizada, qué pasa con esos conciertos que se cancelan, con esos músicos a los que no se les paga, con esas bandas que nacen y que al poco tiempo se desintegran por cuestiones de sostenibilidad. O qué pasa con la cuota de música peruana en las radios, con la distribución de productos, con la inversión pública y privada, con esa indignación de pocos con lo ocurrido el sábado que no se logra transformar en la indignación de muchos, por más que en alguna oportunidad hayamos sido más de mil bailando la canción del grupo que esta vez no pudo tocar. Qué pasa con nuestra industria musical en general que –apariencias mandan- no la vemos avanzar.
Foto: Los Chapillacs / Por Camilo Riveros
“Creo que hay problemas previos a resolver en el Perú”, nos dice Camilo Riveros –antropólogo experto en la movida musical peruana y director de Sonidos.pe– cuando le preguntamos si piensa que este tipo de problemáticas podrían solucionarse con la creación de una ley de la música o con normas claras. Y agrega: “Las dimensiones políticas de la música (no de política de partidos, sino política como convivencia entre seres humanos) no son evidentes. Así que es muy difícil que los músicos hagan frente común, tipo gremio, para solucionar problemas comunes”.
Camilo asegura que en nuestro país, “antes de formar una asociación (de músicos), es más probable que la gente se esté peleando por quién tiene qué cargos y que reproduzcamos los problemas de la política de partidos en el Perú dentro de esa asociación (repartijas incluidas). Por otro lado, a nivel económico, la manera en la que se da la división del trabajo, tiene una fuerte herencia colonial. ¿Cómo proponer leyes para la música si ni siquiera está claro que hacer música es un trabajo?”.
El músico Nicolás Duarte ve el panorama en la misma línea y dice que “definitivamente nos falta pensar en grupo, actuar en grupo, responder en grupo. Tal vez las nuevas generaciones nos puedan enseñar algo de eso. Yo vengo de un momento de la historia de menos articulación, de menos vinculación, de menos conexión. Ahora siento como esa formación nos pasa factura a todos y todas los que venimos haciendo música desde esos años. Pero me esperanzo en las bandas jóvenes que aparecen, autogestionarias, con un discurso claro y conciso sobre la escena y la necesidad de unidad y de integración”.
Foto: Los Mostos Verdes
Está claro que una ley, posiblemente, “facilite la ruta”, agrega Nicolás, pero esto no servirá de nada si no cambiamos nosotros: el público, los consumidores, los músicos y los distintos tipos de trabajadores que la generan.
“Sin una política cultural que valore realmente lo que hacemos y que nos ponga en un lugar relevante, sin una cultura de consumo y un mercado local conectado con el público, sin un sector privado que juegue limpio y haga rentable nuestras profesiones, todo es en vano”.
Si bien el panorama de la música peruana independiente no muestra piso firme, existe el propósito de superar esta crisis y de construir una escena horizontal, sólida y –sobre todo- conectada, que se aleje de las prácticas colonialistas y que, por el contrario, sepa responder al unísono y hacer respetar sus derechos cuando las grandes productoras deciden apagar las luces del escenario sin haber cumplido el contrato.
“Obviamente se trata de cambiar, y como te comento creo que nosotros, los músicos, estamos demostrando claras intenciones de hacerlo. Y aunque un cambio real exige que todos cambiemos, lo necesario y urgente es cambiar. Y por lo pronto, es nuestro deber hacerlo”, cierra Nicolás.
*Esta nota fue posible gracias a la colaboración de Camilo Riveros y Nicolás Duarte. La motivación que tuvimos para hacerla fue gracias a un post de Kathya Alegría en su cuenta de facebook.